lunes, 17 de mayo de 2010

El almanaque de mi padre, de Jiro Taniguchi

Últimamente leo menos, pero escojo mejor lo que leo. En un par de meses he tocado a Taniguchi, a Borges, a Lezama Lima, a Pedro Juan Gutiérrez, Cortázar (una y otra vez, oh, mi Cortázar). LLegó a mis manos El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y lo devoré. Aquél fue casual, pero éste del que voy a hablar lo fue más aún.





Un amigo mío me había pedido en reiteradas ocasiones que leyese un cómic que el guardaba aún virgen en su estantería. Él no lo había leído, claro, pero intuyó que me gustaría. Pues bien, lo abrí sin casi ganas, y lo terminé en un par de días. Siempre me han interesado los encuentros transversales entre diferentes lenguajes. La novela gráfica lo es en sí misma, pero yo la iba entendiendo a medida que pasaba páginas como un polvo entre la pura imagen (no literaria) y la literatura a secas. No piloto nada de cómics, y, sin embargo, me atrevería a decir que es uno de los mejores cómics, sobre todo, de los más afamados del autor y aún del género. Quizá me atrevo a decirlo porque he husmeado mucho por internet.
Bien, vamos al tema. La historia trata de un fotógrafo al que llaman una noche diciendo que su padre ha muerto. Él se lo comunica a su esposa muy serio, y dice que no viajará ese mismo día. Su mujer le pregunta por qué y él no dice nada. Chac, ya lo tenemos; un hombre que tuvo una relación difícil con su padre. Luego, narrativamente, va dando saltos entre el presente y el pasado, o más estrictamente, entre el pasado narrativo y la época pretérita de vivencias infantiles. Los bocadillos están dispuestos de una manera muy clara. En lo propiamente literario, no hay grandes alardes, pero eso no importa lo más mínimo. El dibujo de trazo fino y la información que nos dan las imágenes enriquecen mucho todo lo narrativo. Es fácil que te llegue directo al fondo del estómago como un trago de tequila, y al fondo del corazón un beso que ensarta dos pares de labios de una puntada: ¡zas! Llamarás a tus padres para preguntarles cuándo volverán a casa. Increíble Tniguchi. Álex, gracias por el descubrimiento a ciegas, aunque sea.

viernes, 7 de mayo de 2010

La lluvia, un clásico, de todo un poco. Ray Loriga

Uno ya no sabe qué tipo de actitud virtual extravagante utilizar para parecer un tio raro. Ahora se lleva eso en los blogs. Y tampoco tengo nada que decir. Sobre todo: Ray Loriga es el peor novelista de la historia de España. ¿Por qué? Supongo que debería contestar, claro. Hay interpolaciones que quedan divinamente (lean Paradiso, lean Tiempo de Silencio, lean Rayuela), pero Ray Loriga quiere hacerlo y no sabe, no puede. Trata hacer de lo ridículo, lo pequeño, algo épico, y le queda como el culo. No es algo íntimamente emocionante, desolador, perturbador de algún modo, no; es una puta basura. Estoy hablando de Ya sólo habla de amor, su última novela. Quien haya leído las anteriores, sabrá a lo que atenerse,; lo jodido es que el único pasito que Loriga da hacia adelante es usar la tercera persona y el narrador omnisciente, por consiguiente, claro. Pero a este tío eso le queda grande. No sabe manejar ni los tiempos (los ritmos), ni los estilos directo o indirectos (el flujo de conciencia y los diveros puntos de vista). ¿Qué cojones quiere decir? Utiliza un lenguaje parco: vale. Usa tacos: de vicio. Abusa de los puntos seguidos, no sabe utilizar ni conjunciones ni hilar frases medianamente complejas, requeridas se quiera o no en toda novela, en algún punto de la misma (tanto punto seguido... parece que estás escuchando a un retrasado). La dejé a ls 40 páginas. Ya la he olvidado.
Ray Loriga es un poser, y de los malos.