sábado, 27 de febrero de 2010

Me estaba acordando...


Tengo que estudiar, pero no me apetece nada de nada. Me acabo de aprender el primer epígrafe del contexto histórico e ideológico de la generación del 98. Que si patatín que si patatán. Me gusta más leer El árbol de la ciencia, apuntar cosas en los márgenes y comentarlo con alguien listo en una cafetería que estudiar esta mierda. Las clases de literatura se tenían que dar en La Céltica.
Ejemplo: -actitud vitalista, -personajes abúlicos prueba de la enfermedad nacional, -regeneración nacional a partir de la regeneración del individuo, -crisis del realismo burgués, alza del realismo social, -búsqueda de ideas madre que resuelvan el problema del deber, la verdad y la finalidad, -sensibilidad común: incapacidad de dar sentido a la vida. Patatín patatán, déjame la oreja de tostar (olé).
He estado leyendo anteriores entradas y sé que hay erratas y frases un poco mal contruídas. Pero me da igual. Me gusta mi blog porque es muy íntimo. Nadie lo lee. Ni siquiera yo, que cuando publico una entrada casi me olvido de ella. Yo qué sé. Me gusta. Me entretiene. Tengo una libreta donde escribo este tipo de cosas. No me gusta mucho escribir a mano. Parece que lo que escribo tiene menos interés incluso para mí. Mola escribir como te sale de los cojones sobre literatura, sin que nadie te haga utilizar palabras chorra o te vete por utilizar malas palabras. Aunque mi padre ya me ha dicho: asín está mal escrito, ¿qué hace eso ahí? Y por qué no, qué cojones. Me mola la palabra asín. Algún día hablaré sobre la cultura en el subconsciente social (¡ja!). Ahora ya no sé de qué iba a hablar en este post, pero juro que era sobre algún libro del que me estaba acordando. ¡Pero qué tarde es! Otra vez será.

(El tema de la foto está en: ¿photoshop sí, o no?

Cuentos de Raymond Carver


Raymond Carver es la puta que lo parió. Es que te cagas. Bueno, ahora, dicho finamente, añadiré que sus cuentos son 'una delicia''. Descubrí a Raymond Carver hace dos años, en un texto que tuvimos que leer para una clase de teoría de los géneros literarios. El profesor de dicha asignatura (el mejor profesor que he conocido en mi vida) nos había facilitado una antología de cuentos un poco arbitraria, aunque con un fin tan claro que justificaba la selección. El fin era estudiar los límites de ciertos géneros literarios.
El caso es que había otros interesantes y que descubrí también, como Quim Monzó, John Cheever (nunca se dónde va la h de John), Antón Chéjov, etc. Ray estaba cerca de otro género de cuentos que no recuerdo cómo se llamaba. Estaba, pero no lo era del todo. Raymond Carver es uno de los padres del realismo sucio. Es una corriente nacida en EEUU (¡horror!) que tiene como premisas esenciales el minimalismo, el reduccionismo lingüístico hasta el puro esqueleto. No hay largas descripciones. El estilo te gusta porque es extremadamente transparente y sencillo. Cada palabra parece que está enferma de una timidez y un dolor que la hace querer separarse de la otra. No sabes cuándo va a terminar el cuento. De qué manera. En qué momento una palabra se verá al fin complacida. Se la dejará a solas y ya no habrá más. Y sobre eso habla Raymond Carver. Sobre la jodida soledad en la sociedad actual. Sobre el fracaso de muchos hombres y mujeres que se embarcan en la aventura de la vida (matrimonio, trabajos, hijos: divorcios, infidelidades, problemas con el alcohol, alejamiento con los hijos, problemas de comunicación) y que son brutalmente (aunque sutilmente) barridos, de manera implacable. Suelen ser personajes resignados. Es un retrato del hombre de 30 años en adelante moderno.
El otro día escuché en clase que los cuentos de Rulfo son marcadamente desesperanzados. Yo creo que no, y creo que, si eso piensa el profesor, es que no ha leído a Carver. Creo que el que sea feliz tras leer un cuento de Carver, es que no ha leído un cuento de Carver.
No tiene problemas en decir palabrotas (oh my god), no tiene problemas en decirte: eres un niñato que no conoce la vida; no has salido del huevo, pero mira lo que te espera. Y entonces recuerdas a aquel matrimonio que eran amigos de tus padres (¿qué será de vosotros?), recuerdas a unos amigos tuyos (suerte,chicos) y recuerdas a tus padres. Y dices: Jo, Ray.

(Actualmente leyendo: De qué hablamos cuando hablamos de amor.)
(Significado de la foto: ¿No os da la impresión de que ese cuello tan humano es más frágil que una copa de cristal?)

miércoles, 24 de febrero de 2010

Los renglones torcidos de Dios, Luca de Tena


Está bien escrita. Tercera persona. Pasado. Estilo indirecto. Monólogo interior tipografiado. Fácil, sin complicaciones. El escritor a veces tiene miedo de que te canses del libro y le mandes a tomar por culo, así que se cuida de introducir varias cosas para mantenerte interesado. Lo intenta y a veces lo consigue. Pero joder, es que es taaaan predecible, tan efectista (a veces solo eh), tan: ¡oh dios, está loco, fíjate las cosas que hace la naturaleza!
Yo supongo que no habrá mejor forma de hablar de un manicomio desde un punto de vista novelístico que como lo ha hecho este tío. Sin embargo, no puedo evitar sentirme un poco drogado (incómodamente drogado) por una narración sobre raíles, en la que a veces notas lo que el escritor quiere hacer contigo; lo ves tan claramente, que pierde su efecto, su encanto. El tema es apasionante. Hay descripciones, subtramas pseudopolicíacas, amores, tensión. Hay datos morbosos (no puede ser de otra forma, ok) sobre los locos y sus avatares. Un tío que cree que el fin del mundo está próximo, otro que tiene la paranoia de que es un agente secreto antietarra, otro que llora por todo, otro que tiene fobia al agua y se caga encima cuando vez llover (literalmente), etc. Cuenta a veces cómo ay que recoger del suelo la mierda, cómo hay que limpiarle el culo a los enfermos. Una vez, hasta cuenta como el pelo del coño de una vieja se rebela y se sale por fuera de la braga. Pero no me la das, Torcuato. Eres más conservador que el conservante; no dejas lugar a dudas de quién esá jodidamente loco, que suele ser feo, extravagante, asqueroso, peligroso, etc. Por contra Alice Gould es bella, bien parecida, inteligente. Vale que la trama necesite de eso pero...podíamos haber ahondado un poco más en otras cosas. Además, la novela está petada de datos psiquiátricos explicados para bobos destinados a hacer brotar en el lector la sensación de que, tras acabar la novela, es más culto. A veces hay cosas bellas; otras, simplemente datos porque sí, porque se los aprendió y, jo, no los iba a desperdiciar.
No quiero una novela para aprender cosas; quiero una novela que me empuje y me agreda. No quiero una novela que se ponga de rodillas y me limpie el polvo. Quiero una novela que me ponga de rodillas.
Con todo, es interesante, entretenida. ¡Qué menos! (440 pág.)

(El cuadro es de Willem de Kooning)

lunes, 22 de febrero de 2010

El volumen español


Hoy me he sentado en un banco de los muchos que hay en el vestíbulo de mi facultad. Intenté ponerme a leer como había hecho otras veces, pero resulta que hoy no pude, y eso que lo he hecho en condiciones peores, con todo el hall (perdónenme el anglicismo) lleno de estudiantes. Hoy estaba vacío, pero no me pude concentrar.
Cogí un sitio al lado del quiosco que montan los de la comisión. Es como un negociete que les proporciona un dinerillo a posteriori invertido a su vez en un viaje a un hotel. Ésa es la certeza: el hotel a pensión completa. ¿El lugar? Uno paradisíaco, qué más da. Somos estudiantes españoles. Que se note. El caso es que primero iniciaron tres de ellos una conversación sobre León que me pareció interesante. Hablaban sobre sus calles y el flujo de coches, las obras en cuanto a la circulación y la planificación para poner en marcha un tranvía. Solo escuché a una persona decir que era conveniente convertir gran parte de León en una ciudad peatonal. Alabado sea Dios, una chica con cerebro en la facultad. Los otros reivindicaban su derecho a utilizar el coche. Garrulos. Tontos del culo. Sí, poque cuando se habla de la modernización de una ciudad, estamos hablando de emitir menos gases, estamos hablando de embellecer la ciudad, de hacerla más transitable, de no malgastar el petróleo y otros recursos naturales, de mejorar las condiciones de vida y disminuir las poluciones acústicas, por ejemplo. En Francia y en otras partes de Europa lo han entendido, pero la generación de chavales (20 años, ¡horror!) española se ve que no. Y aquí viene el problema. Mi generación es una generación fruto de los desmanes de la transición. La educación rígida y necronizante del franquismo dio lugar a la del ''dame pan con aceite y métete el libro por donde te quepa''. Pero lo peor no es que a nuestra generación le resbale el arte, el buen cine, la buena literatura y que se sientan preocupados por qué ponerse el sábado, que es día de botellón. Lo peor no es eso. Lo peor es esa costumbre que tenemos de tirarlo todo al suelo, de fumar porque mola, de joder al vecino porque si no me joden a mí, del no le dejo el sitio a este señor mayor, que hubiera llegado antes, del a ver si éste se despista y me cuelo en la cola, del olvidarse de lo duro que es trabajar cuando salimos del trabajo (véase cómo ratamos a los camareros), del ¡España, joder!
Escuché algunas lindezas, como: ''El muy imbécil quería que yo le hablara en inglés, pero le dije: cuando esté en tu país, hablaré inglés; mientras tanto, no.'' Y se quedó tan ancho. El chico tenía acento pueblerino, y hablaba a un volumen tabernario. No parecía acordarse de que estaba en una facultad. En una universidad. En un centro de cultura. Que solo cuatro metros arriba tenía una clase. Que la biblioteca estaba cerrada y yo necesitaba leer un poco. ¡Qué hartazgo de mirarnos al ombligo, en lo cultural y en lo hedónico! ¡Qué generación! ¡Qué joder!

domingo, 21 de febrero de 2010

El llano en llamas, Juan Rulfo




La primera vez que lo leí me gustó, pero la segunda me gustó muchísimo más. Rulfo es fotógrafo también, y lo fue más prolíficamente que en su faceta de escritor. Las fotos que acompañan a esta entrada son suyas. Suele preocuparse por paisajes bellos y viejos, normalmente tristes pero regados con gotas de esperanza (con el ladrar de los perros). Así son también sus cuentos.
El llano en llamas contiene diecisiete cuentos de temática variada, sin más nexos de unión que el género y el estilo que Rulfo les da. Se suelen situar cronológicamente en la época de la revolución Mejicana y La Cristíada. Son movimientos históricos muy convulsos que Rulfo vivió en mayor o menor medida (sobre todo vivió La Cristíada) y que le dejaron una marca indeleble. Sus cuentos contienen a veces dosis de violencia muy altas, personajes crueles y otros que buscan sin cesar un lugar tranquilo para ser felices. Creo que también trata de la búsqueda de la tranquilidad,del sosiego. Les mueven siempre sentimientos muy humanos; odio, amor, amistad, desesperación, etc.
Lo que más llama la atención es el estilo. Es sobrio, pero precioso. No es sobrio al estilo Javier Marías. En Rulfo el lenguaje se eleva como un banco de polvo en el aire que te obliga a ver lo que hay deras a través de una pantalla mágica. En Rulfo podemos subrayar un párrafo puramente narrativo, sin mucha complicación, solo porque parece que te lo canta, que alguien está llorando esa historia en algún rincón. Las palabras en el papel no son palabras neutrales. A mí me da la impresion de que es una magia que viene de lejos, que viene de Méjico, porque su escritura es muy mejicana. Me encanta cómo escribe Rulfo. Cuando vi una entrevista de él en youtube, lo entendí todo. Escribía siempre deprimido, pero hay quien dice que no se puede escribir poesía si no es con depresiónes o, por lo menos, lleno de tristezas. Así es Rulfo. Así son sus cuentos: una crónica mágica de las tristezas vitales de Méjico. De todo ser humano.
Leedlo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Crimen y Castigo, Dovstoievski


Es increíble, pero poco puedo decir de esta obra. Hay mucho que decir, desde luego, pero yo no puedo. Son, en mi edición, unas setecientas páginas que yo he llenado de notas en los márgenes y subrayados a veces un poco extraños, pero aún así, no sé bien qué decir. A lo que vamos.
La novela es extensa, sí, pero eso es lo de menos. Nunca me ha preocupado la extensión de una obra; lo que siempre me ha preocupado cuando veo el volumen de un libro es su capacidad para mantenerme cerca de él durante lo que dure su lectura. Ojo, no me estoy refiriendo a ''enganchar''. Odio la palabra enganchar. La uno siempre con una pistola, una mujer tetrapléjica y un policía vengador. Ughh. Quita quita. Lo que quiero decir es que en todas y cada una de las páginas de esta novela hay algo digno de ser subrayado. Frases, ideas, uniones de sintagmas. Es cierto que, como a casi toda obra de esta época, le sobran páginas. Y, además, es lenta, aunque fluída. Pero vamos por partes.
La novela trata sobre un estudiante ruso que mata a auna vieja usurera y vive las siguientes semanas con un peso insoportable en el alma. De este modo, la novela se configura como un estudio psicológico muy profundo del protagonista. Luego la trama camina por diferentes sitios y se bifurca, pero lo importante, la alfombra del argumento, es el asesinato (que no homicidio) de la vieja y su hermana (a la que mató proque se la encontró por allí de paso).
Dovstoievski pilota de andamiaje. Sabe cuándo tiene que dar un golpe de timón en la trama, cuándo tiene que detenerlo, pararse a diseccionar la materia gris o lanzarse a otras cosas igual de atractivas para los lectores como yo. Dovstoievski es bueno, joder. Es uno de esos maestros que podrían venir hasta aquí y quemar con toda impunidad (a ver quién mete en la cárcel a Dovstoievski) a Moccia, Dan Brown... y por algunas de sus obras, amputar algunos dedos o incluso una mano a Belén Gopegui, Lucía Etxeberría y Ray Loriga.
La novela me causó sensaciones contradictorias. Me gustó leerla durante el 80 por ciento. El otro veinte a veces era un poco pesado. Ya sabéis: descripciones, diálogos un poco largos y llenos de: ¡ay, mire usted! Yo..¡ay!, y cosas así. En cualquier caso, son aspectos mínimos los que nos podrían alejar de ella, de Crimen y Castigo, porque vaya título. Hay pocos autores que sin decir tacos puedan romperte un bloque de hielo en las pelotas. Dovstoievski lo hace. A poco que tengas sangre en las venas, temblarás, te emocionarás, te enfadarás (a veces con el autor), te dormirás...
Es una novela con magia. Me imagino a todos los rusos vestidos de negro, con ojeras, mirándose unos a otros, con un cuchillo jamonero colgando de la sisa. Grande.

Sesión de apertura

Todavia me sigo preguntando por qué cojones me he decidido a abrir un blog. Es como ponerse a escribir; uno se pregunta qué clase de ego te empuja a hacer algo así. Creo que me gusta leer blogs. Me gusta leer buenos blogs de gente que no conozco y no estudio en clase. En ocasiones me aportan mucho más que las cosas que dijeron otros con más fama, antes, años o siglos atrás. Creo además que esto de internet puede servir en cierto modo para aportar un nuevo modo de ver la literatura, la cual, nos guste o no, está dando las diez últimas como lo que es.
Cada vez más, la literatura se está convirtiendo en un salvaconducto para un reducido número de personas que se sienten cultos leyendo o que, pensando en positivo, disfrutan leyendo. Cabe otra opción: los que leen tal libros porque-hay-que-leerlo: es un clásico. En fin. A pesar de que intuyo que mucha gente verá este blog como un espacio donde se habla de los libros de manera zafia, creo que servirá para algo. Por lo menos, para mí. Disfrutadlo, si queréis.

P.D: en este blog aparecen palabras que pueden herir sensibilidades; mierda, puta, cagada, pueden aparecer unidos a una obra de Clarín.