domingo, 14 de noviembre de 2010

Memorias de un guante rojo

Hace ya unos días que no salgo de esta pocilga. Lo peor es que este desorden es consentido porque me recuerda a Tony, quizá debido a que la costumbre de dejar que la basura coja su sitio en la casa la absorbí de él mismo. Dejo todo tirado por ahí como en un intento desesperado de romper con el espacio-tiempo; no hay nada que desee en este mundo más que viajar atrás, cruzar cualquier puerta para cambiar lo estúpido de aquel combate. Nunca pensé que Tony caería así, pero por otro lado, tampoco pensé nunca que un cuerpo humano podía aguantar unos golpes que hubieran tirado abajo una pared de hormigón. De todas formas ya no importa. Es la resaca, supongo. Esto de ir acordándose de los malos tragos y pasar el rato suspirando penas por lo que podía haber sido y nunca fue.


Mi trabajo ahora ya no me motiva. ¿A quién voy a entrenar? ¿Para qué? Ningún boxeador podrá nunca, en el caso de que tenga esa inquietud, sacar de arriba a los que se comen el pastel. Y sé que me quedan cosas por contar, trucos que transmitir y ni siquiera Tony conoció. Quizá sean los menos importantes, porque Tony ganó peleas imposibles sin conocerlos. La última pelea fue la total excepción. Lo que más recuerdo es la muchedumbre en las gradas. Era como un fuego que lo quemó todo y se consumió a sí mismo. Ahí está la pista, el único truco que yo no conozco. La gente vale más que uno solo, más que solo Tony Lavette, que solo yo, pero alguien tiene que dar la cara. Ahora sé que si toda esa gente que fue a ver el combate se hubiera unido, hubieran actuado en pro de la idea que todos tenían, Lorenzo y Tony habrían ganado a la vez.


Después de todo, creo que miles de guantes hacen más que uno solo, así que me he propuesto enseñar boxeo 'al por mayor', educar en la pelea crítica al mayor número de jóvenes que me sea posible. Quiero que aprendan a ser sutiles, a buscar los puntos débiles del contrario, a aprovecharlos y dejar la fuerza bruta a un lado. Tienen que ser más rápidos que Tony, más fuertes que Lorenzo para aguantar con estoicismo los golpes bajos y perseverar: tienen que ganar a los puntos. Sé que es la mejor estrategia que se puede seguir, la mejor manera de soportar la fuerza dentro sin que nadie se desboque. Es difícil de comprender, hablando de boxeo y de algo muchísimo más grande a la vez; tan grande, que bien valdría un mundo.

Es necesario que todos luchen por lo mismo, poco a poco, sin jugárselo todo a una carta. Es necesario que los niños que nazcan sean educados en la cultura de la pelea sin knockout, en la pelea de la persistencia, en la pelea sin pelea. Quisiera que los guantes quedaran al final como un símbolo, un recipiente lleno de puño cerrado levantado en señal de victoria. Eso y nada más. Ir encajando golpes, dándolos a la vez, donde duelen más, para ir dejando sin piernas ni velocidad al oponente. Poco a poco, todos los peces gordos que sujetan a ese falso campeón con su dinero verán que millones de personas peleando a los puntos los van a dejar fuera del juego. Verán que de poco vale ese cinturón y ese papel, ese título o trono en que fundamentan la palabra campeón, y la usan como privilegio y referencia. Sé que en un ring cualquiera de ellos duraría poco por separado y en un encuentro frontal. Todos deben hacer presión, levantar bien la guardia y ser rápidos, pero sobre todo pacientes.


Cuando la idea se haya extendido por completo y los de arriba se den cuenta de que ya no van a engañar más a nadie, entonces la esfera grande habrá reventado y la pequeña ocupará la superficie, cambiando el significado de esa última y relacionándola de nuevo con los retoños de la sociedad que boxea por que todo el mundo pueda usar los guantes de vez en cuando, entonces yo ya estaré muerto. Son varias las cosas que me preocupan de todo esto. Aún no sé cómo llamaré la atención de tantos y tantos jóvenes que hoy en día están más pendientes del fútbol y de otro deporte nuevo llamado shopping que del boxeo. Ese será el primer reto, hacerles caer en la cuenta de que todos están vencidos ya, si aceptan que el campeón es quien es y nada se puede hacer. Pero, ah, lo peor no es eso; lo peor es que cuando haya conseguido que toda una generación pelee por lo que le pertenece, habrá que esperar muchos años de combate para que los jueces, la historia, dé el combate por terminado, y el cinturón de los pesos pesados se reparta entre todos, porque todos (y no unos pocos) han ganado un combate épico a los puntos. A los puntos. Poco a poco. Pero a la vez, cuánto me cuesta comprender esto que quiero enseñarles, cómo se revuelve dentro de mí un instinto salvaje que me incita a lo que precisamente les pido que eviten. La paciencia humana siempre ha sido débil y corta. Es triste saber que habré dado parte de mi vida luchando por un fin que yo no veré de esta parte, que no veré de cerca más que como una idea o una profecía. Dar mi vida por un objetivo cuya consecución solo podrán disfrutar mis tataranietos, por otro lado, me llena de satisfacción. Dar la vida por una lucha de momento tiene que ser suficiente. Al final ganaremos el combate sin pelear, porque el golpe ya estará dado antes de que soltemos el brazo, antes de que se quieran dar cuenta. Ganaremos el combate a los puntos. Por Tony, por Lorenzo, por Él. A los puntos.

domingo, 22 de agosto de 2010

Cuentos completos de Onetti y otras cosas


Es un pena esto de trabajar. Te deja poco tiempo para otras cosas y ese tiempo que te deja está emponzoñado, porque está hipotecado, lastrado por el cansancio y la condición de hacer lo menos posible, lo-que-sea-que-no-requiera-esfuerzo. Entonces leer queda en esas cosas que requieren esfuerzo, y se puede hacer menos, y con menos intensidad. En cualquier caso, al tema.

Leí El amor en los tiempos del cólera. Me gustó, pero no tanto como yo esperaba. García Márquez escribe muy bien, guarda algunas sorpresas en la manga y tal, pero es una novela relativamente llana, no plana, pero llana. Es lo mismo, pensarás. No quiero yo decir lo mismo con llana y plana. Y no seré el primer ser humano que diga que es una novela mala o mediocre. Solo digo que a mi no me sacudió.

El gran descubrimiento de este verano, sin duda, ha sido (Milán Kundera, también, pero) Onetti. Había oído hablar de él, sabía que formaba parte del Boom (aunque con más propiedad se le mete dentro de la generación de los 40) y que era un poco de los que iban a la cola en cuanto a repercusión posterior y ventas. Onetti es impresionantemente bueno. Si decimos bueno, lo decimos con todas las de la ley. Onetti es bueno. Pero tan asquerosamente bueno, que supera la más alta expectativa. He leído El astillero y algunos cuentos, y, aunque Onetti es siempre Onetti, la novela me ha gustado menos que los cuentos.
La lengua, el lenguaje, la forma que tiene de escribir, es un personaje más dentro de la narración. Dicen que en Faulkner ocurre lo mismo, y dicen que Onetti es muy faulkneriano. Pues eso. El estilo de Onetti es muy profuso en símiles, sobre todo en adjetivación. Sus adjetivos son ante todo muy narrativos, no tan accesorios como podrían serlo en cualquier otro autor. Se vuelven imprescindibles conforme uno va leyendo. El universo y la particular percepción que tiene Onetti de las cosas es apabullante, y claro, además tiene la facultad de transmitir eso con palabras, de dejarnos ver lo que hay detrás de sus ojuelos.
A veces la trama es un lugar difuminado. Lo que más gracia le hace a Onetti es imaginarse al lector tratando de construir, con los datos que da, una historia a veces ¿inexistente? Los caminos que recorre el lector, y lo equivocadamente que está la mayoría de las veces y lo bueno, lo grandioso que es eso y el sentido que le da a su lectura, se aprende con Onneti, que miente mucho y bien, y gusto que da.

sábado, 3 de julio de 2010

Las partículas elementales, de Michel Houellebecq



Joder, cómo me ha dejado. Si la buena literatura trata de vacunarte contra la indiferencia, removerte las tripas y lanzarte contra alguna pared para que te des cuenta de algo, entonces esta novela es pura LITERATURA. Esta novela no deja de lanzarte puñetazos al hígado.

No sé por dónde empezar, me ha dejado tan deprimido que la verdad es que me da igual qué escribir sobre ella, porque la mejor manera de averiguar qué te puede dar una novela es leyéndola, es lo sabe todo el mundo. Pues bien. Está escrita en tercera persona. Hay dos personajes que funcionan no como elementos en sí mismos, ni siquiera como vehículos de ideas. Está clarísimo que los personajes son puramente literarios y no salen de ahí, son excusas para extender una idea, en una intervención que a veces está metida con calzador. La novela no goza de un estilo poderoso ni demasiado cuidado. Se trata más bien de un estilo funcional, muy estándar, que sirve para hacer avanzar la historia. Por aquí nada más que decir.
En cuanto al sentido profundo de la novela: te encuentras ante una crónica de una generación, un análisis muy válido de los residuos de ciertos cambios culturales y políticos de este siglo. Es increíble en esto, no deja cabos sueltos, ni hilitos siquiera. Es aplastante y demoledor. En ocasiones te llegas a entender a ti mismo, y ¡oh!, uno llega a entender hasta a sus prójimos. Pero no todo es tan alentador, porque las ideas que expone son terribles. El hombre es mierda. Es miseria, sufrimiento, es egoísmo, es individualismo, es inconsciencia, ignorancia, es destrucción, es todo eso y más. Entonces uno se queda helado, porque el autor dice todo eso con ideas. CON IDEAS. La novela te hará vomitar, casi seguro. Es difícil aguantarla, porque en cuando a la anécdota, no deja de ser un montón de desgracias unidas por un hilo argumental puesto un poco a la virulé. Pero que eso da iguaaaaaaaal.

Lo peor de todo es que por algún sitio tiene que tener algo de razón. Leyendo uno se resiste a creer, pero con solo un poco de razón que tenga (y algo tiene), entonces hay que admitir que el panorama está jodido. No sé qué decir, porque hay tanto que solo hace falta ponerse a escribir para que vayan saliendo nudos. ¿He dicho que hay sexo? Hay mucho sexo, pero sexo muy humano, es decir, desprovisto de su finalidad natural, que es la procreación. Creo que de esto se deriva todo lo demás. Hay escenas macabras. Y más sexo. Y entre eso, tintes de novela de ciencia ficción (el lector comprenderá al final) y mucha mala leche. Ah, y más sexo. Leedla, de verdad. Con ésta me tenéis que hacer caso.

P.D: en la foto, una imagen de la película basada en la novela. En esa escena, una mujer desconocida le hace una felación a uno de los protagonistas, que a su vez es pornófilo, sátiro, y tiene un montón de patologías. Ahí es nada.

lunes, 28 de junio de 2010

Poesía 1980-2005, de Luis García Montero/ Rafael, de Lamartine/ El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet


Toma ya, hace casi un mes que no actualizo y ahora que lo hago, lo hago a lo grande. NO os tomaré mucho tiempo, fantasmas míos, así que estad tranquilos.

Me compré el libro de García Montero hace un tiempo, y he leído el primer libro (primera obra), ese que los poetas suelen escribir con sobrenombre por temor a que sus amigos los llamen maricones, y por temor también a que la crítica eche demasiadas pestes. Así, el poeta puede escribir otro libro más adelante usando su propio nombre, el que aún está limpio. O por moda, también se hace por moda. Luis García Montero no es de ésos, porque yo, aunque no entienda mucho de poesía, sé que es un gran poeta, que maneja los ritmos que te cagas y que encima te toca el alma con un látigo de seda. ¡Zas! Poeta de la experiencia, que incluye teléfonos, taxis, camas y ese tipo de cotidianeidades en su poesía, para hacer de ella también algo de documento histórico, totalmente apegada a nuestro tiempo. Recomendable.

Rafael. Con Rafael me ha ocurrido una cosa que espero que no me vuelva a ocurrir jamás. He tenido que dejar el libro aun siendo éste un clásico. No he podido con él. Es una novela romántica, y ya me esperaba yo algo muy rimbombante y flipaduresco. La novela se basa en el enamoramiento de un hombre que no creía en el amor (eso se repite en la novela para dar luego un golpe de efecto que no hace efecto) y que luego se enamora de la primera golfilla que le sale al paso. Entonces confunde el amor con la muerte y se hace la picha un lío. El caso es que muchos de los capitulitos (a veces tan solo de media página) se pasan mientras el narrador en primera persona reflexiona sobre la pureza de su amor, lo que dios tiene que ver con ella, por qué se podría acabar y qué razón y fundamento tiene en él la naturaleza. Descripciones largas, algunas de muy buena factura, pero un peñazo de novela. Quien piense que va a encontrar algo del amor actual en ella se equivoca, a no ser que sea el lector un falso suicida burgués salido de finales del siglo XVIII. Recomendable si vuestra profesora de literatura os lo exige leer. Si no... allá vosotros con el nivel de azúcar.

El diablo en el cuerpo ha sido una agradable sorpresa. Me la recomendó una señorita francesa, y como no podía ser de otra manera, me encantó. Está narrada en primera persona, por su protagonista, un adolescente de 15 años. Se enamora de una chica mayor que él, ya casada, e inician una relación adúltera que el protagonista disecciona y somete a un análisis muy frío y preciso. Es llo que más llama la atención de la novela, a pesar de todas sus presuntas amoralidades y todo eso. Es cortita, de unas 120 páginas, y te mantiene bastante interesado hasta el final. Critica la moral burguesa, caricaturiza ciertos aspectos de la sociedad y la crítica dice que es bastante antibelicista. Yo solo he visto una brutalidad de novela, escrita además por su autor cuando solo tenía 17 años. Leedla, merece mucho la pena. Au revoir¡

P.D: aún estoy tratando de descubrir por qué he puesto esta foto en el post.

martes, 1 de junio de 2010

Un tranvía en SP, de Unai Elorriaga


Unai Elorriaga es de esos escritores que uno no conoce, pero que cuando conoce le llama mucho la atención. No es un escritor demasiado popular, digo famoso, quizá porque siempre ha ejercicio la profesión más desagradecida de todo el mundillo que rodea a la literatura: el de traductor. Unai se ganaba la vida traduciendo textos del inglés y del español al vasco. De esos años trabajando como traductor adquirió la experiencia necesaria para construir por su cuenta, sin mapas previos, sin reconstrucciones, porque reconstruir en un nuevo idioma es lo que significa traducir.
Unai es filólogo de formación, lo cual explica casi toda la novela, lo explica a él y me explica a mi que estoy al otro lado del papel y de la tinta. Pero lo curioso es que su habilidad como escritor la consiguió en otro sitio; la carrera, la universidad, solo lo convirtió en un buen lector.
Unai dice que el escritor que más le ha marcado ha sido Cortázar. En este blog nunca se ha hecho un análisis siquiera somero de un cuento o novela de Cortázar, y eso ocurre porque hay miedo de no estar a la altura, inclusó tratándose de solo un comentario, que nadie va a leer. Olvidemos esto: el que importa es Unai. Unai dijo que Cortázar le enseñó a ver la literatura desde un punto de vista diferente. No dijo más, pero yo entiendo todo lo que podría seguir. Simplemente, es el afán lúdico, lo que movía a Cortázar y lo que mueve a Unai, en planos diferentes, normalmente.
Un tranvía en Sp ganó el premio nacional de narrativa, pero a quién le importa eso. Lo que realmente importa es que Unai se lo merecía. Probablemente. Un tranvía en SP es una magnífica primera novela. Además es muy española. Tiene todo lo que la novela un poco underground española tiene. Escrita muchas veces en primera persona, con personajes de lógica limitada pero aplastante. Oraciones cortas, puntos destructivos y muy rítmicos, flujos de conciencias extraños y un lirismo que viene de la poesía de la experiencia; es decir, paredes de color de chicle, que me recuerdan a la serrería, el tranvía, Rosa muerta, pero no tan muerta, etc. No son buenos ejemplos, pero el lector sabrá entender. Es una novela corta y bastante fragmentaria. La estructura tiene momentos brillantes, en los que a veces se unen nuevas informaciones con informaciones ya adquiridas previamente dentro de la novela y encaja una pequeña parte que quizá de otra manera sería desafortunada, y uno lo disfruta y le sabe bien, como a fresita o a algo así. Me gusta cómo Unai se pasa por el forro los cánones viejos de la novela. Cambios de perspectiva, de punto de vista, de persona... reflexiones no demasiado densas, pero sí muy líricas y bonitas. Lírica especial, eso sí.
La palabra es grande en la página, es gorda y escueta, por eso uno le da tanta importancia a la elección acertada de cada una. Unai lo hace bien, narra bien y tiene fuerza imaginativa. La estructura nace de lo metaliterario, cuando Lucas divide en dos partes el día: lo que es el día en sí, y cuando empieza a dejar de ser día para ser noche. Luego, los capítulos se dividen así. Genial.
La novela trata de un viejecito enfermo y su hermana, que vuelven a casa después de un tratamiento en el hospital y se encuentran a un joven en su casa. A mí esto me pareció un poco forzado toda la novela, pero es perdonable. Se crea una relación preciosa entre ese chico y el viejecito y su hermana. Poco más quiero decir. Leedla, porque se lee rápido, la disfrutaréis muchísimo, aprenderéis a escribir sencillo y bien, y sabréis por dónde van los tiros de la novela española underground actual. Además, en edición de bolsillo cuesta 7 euritos. Y es para volver a leer. Es una novela que sabe a chicle de sandía.

PD: la foto es de Celia Espada Crevillén. Podéis ver más fotos suyas en:
http://www.flickr.com/photos/sinretoques

lunes, 17 de mayo de 2010

El almanaque de mi padre, de Jiro Taniguchi

Últimamente leo menos, pero escojo mejor lo que leo. En un par de meses he tocado a Taniguchi, a Borges, a Lezama Lima, a Pedro Juan Gutiérrez, Cortázar (una y otra vez, oh, mi Cortázar). LLegó a mis manos El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y lo devoré. Aquél fue casual, pero éste del que voy a hablar lo fue más aún.





Un amigo mío me había pedido en reiteradas ocasiones que leyese un cómic que el guardaba aún virgen en su estantería. Él no lo había leído, claro, pero intuyó que me gustaría. Pues bien, lo abrí sin casi ganas, y lo terminé en un par de días. Siempre me han interesado los encuentros transversales entre diferentes lenguajes. La novela gráfica lo es en sí misma, pero yo la iba entendiendo a medida que pasaba páginas como un polvo entre la pura imagen (no literaria) y la literatura a secas. No piloto nada de cómics, y, sin embargo, me atrevería a decir que es uno de los mejores cómics, sobre todo, de los más afamados del autor y aún del género. Quizá me atrevo a decirlo porque he husmeado mucho por internet.
Bien, vamos al tema. La historia trata de un fotógrafo al que llaman una noche diciendo que su padre ha muerto. Él se lo comunica a su esposa muy serio, y dice que no viajará ese mismo día. Su mujer le pregunta por qué y él no dice nada. Chac, ya lo tenemos; un hombre que tuvo una relación difícil con su padre. Luego, narrativamente, va dando saltos entre el presente y el pasado, o más estrictamente, entre el pasado narrativo y la época pretérita de vivencias infantiles. Los bocadillos están dispuestos de una manera muy clara. En lo propiamente literario, no hay grandes alardes, pero eso no importa lo más mínimo. El dibujo de trazo fino y la información que nos dan las imágenes enriquecen mucho todo lo narrativo. Es fácil que te llegue directo al fondo del estómago como un trago de tequila, y al fondo del corazón un beso que ensarta dos pares de labios de una puntada: ¡zas! Llamarás a tus padres para preguntarles cuándo volverán a casa. Increíble Tniguchi. Álex, gracias por el descubrimiento a ciegas, aunque sea.

viernes, 7 de mayo de 2010

La lluvia, un clásico, de todo un poco. Ray Loriga

Uno ya no sabe qué tipo de actitud virtual extravagante utilizar para parecer un tio raro. Ahora se lleva eso en los blogs. Y tampoco tengo nada que decir. Sobre todo: Ray Loriga es el peor novelista de la historia de España. ¿Por qué? Supongo que debería contestar, claro. Hay interpolaciones que quedan divinamente (lean Paradiso, lean Tiempo de Silencio, lean Rayuela), pero Ray Loriga quiere hacerlo y no sabe, no puede. Trata hacer de lo ridículo, lo pequeño, algo épico, y le queda como el culo. No es algo íntimamente emocionante, desolador, perturbador de algún modo, no; es una puta basura. Estoy hablando de Ya sólo habla de amor, su última novela. Quien haya leído las anteriores, sabrá a lo que atenerse,; lo jodido es que el único pasito que Loriga da hacia adelante es usar la tercera persona y el narrador omnisciente, por consiguiente, claro. Pero a este tío eso le queda grande. No sabe manejar ni los tiempos (los ritmos), ni los estilos directo o indirectos (el flujo de conciencia y los diveros puntos de vista). ¿Qué cojones quiere decir? Utiliza un lenguaje parco: vale. Usa tacos: de vicio. Abusa de los puntos seguidos, no sabe utilizar ni conjunciones ni hilar frases medianamente complejas, requeridas se quiera o no en toda novela, en algún punto de la misma (tanto punto seguido... parece que estás escuchando a un retrasado). La dejé a ls 40 páginas. Ya la he olvidado.
Ray Loriga es un poser, y de los malos.

domingo, 18 de abril de 2010

Tu rostro mañana. Veneno, sombra y adiós. Javier Marías.


Es curioso que no haya escrito una reseña o comentario o lo que queráis sobre Fiebre y lanza, el primer volumen o tomo de esta novelaza. No lo he hecho porque creo que es el más soporífero, en el que ocurren menos cosas. Los siguientes están más equilibrados, dentro de esa pausa sistemática que persigue Marías en la narración.
Yo sé que en cada época, en cada capítulo de la historia ha habido diferentes escritores llamados a volcar de algún modo los cánones, y posteriormente a asentarlos de algún modo; así se define la historia: sedimento, y reacción contra el sedimento, y de nuevo sedimento. Pues Marías sería, quizá, ese hombre que ha llegado a un sitio inexplorado por los demás, no la reacción, pero algo así. No sé cómo lo leerán dentro de cien años, pero deberían leerlo, eso sin duda.
Este último volumen es el meollo de tu rostro mañana. El narrador, Jaime Deza, se da cuenta de que, aunque es capaz de interpretar a la gente, no conoce sus rostros mañana, no sabe de lo que serán capaces, ni de lo que él será capaz, o sí lo sabe pero no lo quiere admitir o rescatar del tuerto e inseguro olvido, porque lo que fue no es, y lo que no es nunca ha sido. Ese es uno de los temas que se tratan en la novela, pero también muchos más. El desmemoramiento de nuestra sociedad, su pusilanimidad a la hora de querer conocer algo, lo que sea, la ñoñería de la paz tras la guerra, la ficcionalización de la realidad, la atomización de las ciudades, etc.
No os contaré demasiado. Solo que Javier Marías escribe con una personalidad increíble, una maestría abrumadora, y que tiene sus defectos, propios de un aliteratura tan humana.
Hay dos tipos de novelas. las que te entretienen y las que te dan una paliza. Las primeras no requieren esfuerzo, te privan de pensar y te dan sofá café y emociones. las segundas te dan dolores de cabeza, relecturas, garabatos a lápiz en los márgenes y otras cosas; pero sobre todo te dan más, te dan otro libro que solo lees cuando no tienes el libro delante, ese libro que te queda flotando en la cabeza cuando te levantas del sofá y vas a tomar un café con un amigo, y no ves del mismo modo el bar, el amigo, lo que cuentas, a ti mismo: la novela te ha cambiado un poco. Te preocupan cosas, le das vueltas, sin quizá llegar a ninguna conclusión (vade retro, novelas de autoayuda), pero elevándote el nivel de conciencia, como decía un buen amigo mío. Esta novela es ese tipo de novelas. Me ha transformado en cierto modo.
Marías es, además, un excelente novelista. Hay siempre un misterio indescifrable detrás de todo lo que cuenta, y eso crece en ti y se llega a convertir en una gran interrogación que sirve para algo, yo no sé aún para qué.
Conclusión. Javier Marías es para leerlo y disfrutarlo. Es, ante todo, un libro de después de leer. Un libro de pensar y estremecerse recordando. Javier Marías nobel. Ya.

jueves, 1 de abril de 2010

Tu rostro mañana, Javier Marías


'Ven, ven, estaba equivocada antes. Ocupa de nuevo este lugar a mi lado, aquí tienes tu almohada que ya está sin huella, no había sabido verte. Ven. Ven conmigo. Aquí no hay nadie, regresa, ya se fue mi fantasma, puedes ocupar su sitio y ahuyentar su carne. Se ha convertido en nada y su tiempo no avanza. Lo que fue ya no ha sido. Así que entonces, supongo, quédate aquí para siempre'.
'Ah, siempre hay más por venir, siempre queda, un minuto, la lanza, un segundo, la fiebre, y otro segundo, el sueño, y un poco más, para el baile -la lanza, la fiebre, mi dolor y la palabra, el sueño, y todavía un poco más, para el último baile'.

Son fragmentos de Baile y sueño, el segundo volumen de la novela Tu rostro mañana. No es una trilogía, como mucha gente piensa y muchos críticos la catalogan, si no que es una novela publicada en tres partes, sospecho que por motivos de mercadotecnia y de billetazos, ya que también se ha publicado toda en un solo tomo hace poquito.
Guarda muchas similitudes con anteriores libros de Marías. Está escrita en primera persona, utiliza de manera muy arrastrada (elástica) el flujo de conciencia, etc. Lo que más me ha llamado la atención ha sido eso mismo, que en esta novela los flujos de conciencia y los periodos narrativos en monólogo interior son más extensos que los de Corazón tan blanco en proporción, por ejemplo. En una novela de unas 1400 páginas uno se espera que el tiempo pase relativamente ágil, a no ser que el escritor sea una caricatura del XXI de Joyce o de Proust, y que sea una novela río, con multitud de personajes e intrigas enmarañadas entre sí. Pues no. En esta novela debe de haber unos seis personajes principales, y los demás desfilas como ornamento o hilo suelto del que tira el protagonista para hundirse de nuevo en hondas reflexiones que a veces pueden durar treinta páginas y hasta más allá, porque hay temas que se retoman varias veces a lo largo de la novela. En cuanto a los temas, hay que decir que Marías a veces es un capullo, y que otras veces es un rompe culos; esto es, que a veces divaga sobre bobadas que no le interesan ni a él, y otras medita sobre temas de tal manera que a uno se le pone la piel de gallina. Te asalta entonces una preocupación mayúscula por lo que el narrrador-personaje está a punto de hacer, qué será lo que pasará a continuación, porque Marías tiene la pericia de ir más allá de lo que escribe, y eso solo lo consiguen ciertos novelistas. Conforme uno va leyendo, va advirtiendo que por debajo de la narración va creciendo algo misterioso, algo como una traición, algo violento y triste, algo brutal que nunca se llega a resolver del todo (no he terminado ni este tomo), pero que es satisfactoriamente engullido y dilucidado por el lector. Aquí Marías se merece una genuflexión, porque es un maestro en eso, en dibujar por debajo de lo que dibuja.
En cuanto al estilo, me ha parecido algo más complicado que el anterior libro que mencioné. Suele liar las oraciones hasta el punto de que solo le caben dos en una página. Y para explicar que ha cruzado una puerta o algo así. Es bastante estimulante para el lector, pero habría de tener en cuenta que es una novela de 1400 páginas y que no todos tenemos la tarde y la mañana libres para descansar de la novela mientras fumamos de la pipa tabaco egipcio para luego volver a retomarla sin prisas. El único pero, la pajilla mental por momentos, algo nimio en comparación con el esfuerzo ciclópeo de echarse a hombros este proyecto enorme y difícil, y más teniendo en cuenta que no es una novela histórica, ni policíaca, ni hostias en vinagre. Es puro Marías, un estandarte literario de tu generación. Y orgullosos estamos.

viernes, 12 de marzo de 2010

Diana Majo, 12-03-10


Hoy ha sido uno de los días más extraños de mi vida. Han confluído tantas ausencias que me he visto en la obligación de ir forzosamente solo al concierto. Pero eso no importa, importa el concierto.
Para quien no lo sepa, Diana es la cantante del grupo leonés Impression. Tiene una voz dulcísima que parece pasada constantemente por un afinador matemático. Es precisa con todas las notas que da, y eso al principio mola muchísimo, aunque después ya ves por dónde va y sorprende poco. Yo es el único pero que le puedo sacar a esta pedazo de cantante. Falta algo de crash, de dislocación, de ahora otra cosa, ¿entendéis? La maqueta de su myspace no hace honor a la voz que tiene esta chica, pero es interesante: www.myspace.com/dianamajo.
Versiones de Alanis Morrisette, Police, y de más grupos que no conozco pero que tenían buena pinta, aunque seguro que ahora escucho la original y no le encuentro la gracia. Diana tocó solamente con su hermano, que la acompañaba a veces con una guitarra eléctrica y a veces con una española. Un poco pesado en ocasiones, pero es un buen guitarrista. Bastante técnico, o muy técnico, pero me daba la sensación de que por momentos era una mosca perrera por detrás de lo demás. Puede ser que tuviera algo que ver con el sonido general. En cuaquier caso, quedan recomendados. Gracias por una noche más llevadera.

sábado, 6 de marzo de 2010

Al límite. Ensayos de un pobre ignorante.


Hay veces que releo las entradas que he publicado y me entran ganas de volver a escribirlas. No lo hago porque eso sería perder parte del valor documental que tendrán para mí en un futuro lejano. Además, perderían frescura si quito algunas ordinarieces que me son propias y a las que debo tanto. Este post va sobre cine. Son ensayos de un pobre ignorante porque sé poca cosa de ello. Sé lo que cualquier espectador, como mínimo, debería saber. De esto hablaremos en otro post, que me parece también interesante.
Al límite es una película de Campbell, director de Casino Royale, la última de James Bond. ''Al límite'' es la traducción de Edge of Darkness, que significa algo así como el filo de la oscuridad. La peli está basada en una serie de los 80 que rodaba el mismo director, la cual tenia mucho éxito. Entonces Campbell dijo: coño, por qué no nos animamos y hacemos un remake, tan de moda ahora, y nos forramos y de paso tratamos de hacer una buena peli. Mel Gibson se subió al carro y el resultado es esta película. No es una película de acción. No es estrictamente un thriller. No es estrictamente policíaca. No es una gran película. Pero funciona. Funciona un poco peor que Apocalypto, por poner un ejemplo, pero funciona. En cuanto a los personajes, vemos que la mayoría están tratados sin demasiada profundidad, aunque es lo justo para que vayamos sabiendo quién es un cabron, quién es un tipo legal, etc. que es lo que se pretende. El protagonista está caracterizado de una forma un poco tópica, y las esecenas típicamente emotivas que te hace odiar a los malos son también bastante lo de siempre. Pero sigue funcionando, y funciona porque es simple y directo. Mel Gibson, qué actorazo. Que se metan por el culo a Diesel, Statham, Chan, Li, Stallone, etc. Mel Gibson es un tío capaz de darle la profundidad precisa a este tipo de personajes. Bien que no es una peli de personajes, demasiado psicológica, que te mantiene depsierto solo porque las escenas de acción están cojonudamente rodadas y diseminadas por toda la peli con el fin demantener al espectador ahí, pero es que Mel Gibson es la hostia. Punto y aparte.
El guión flojea bastante, porque pierde interés por momentos y solo te reengancha con las escenas de acción, poquitas, por cierto. Pero en cualquier caso es una película entretenida que no recordarás toda la vida pero que te hará pasar un buen rato. Además, creo que es el testamento interpretativo de Mel. Disfrutadlo, por dios.

viernes, 5 de marzo de 2010

Nadja, de André Breton


''La libertad, adquirida en este mundo a costa de mil y una renuncias de entre las más difíciles, exige que disfrutemos de ella sin restricciones durante el tiempo que podamos conservarla, al margen de cualquier consideración pragmática''

''...pero mucho más peligrosamente, pasando por la cabeza, y luego un brazo, por entre los barrotes de la lógica, que es la más odiosa de las prisiones...''

''Es preciso no haber entrado a un manicomio para ignorar que allí se fabrican delincuentes. ¿Hay algo más odioso que esos llamados instrumentos de protección social que, por un pequeño desliz, una primera falta aparente contra el
decoro o el sentido común, arrojan a cualquier sujeto entre otros sujetos cuyo contacto cotidiano habrá necesariamente de serle nefasto y, sobre todo, le privan sistemáticamente del contacto con todos aquellos cuyo sentido moral o práctico es más sólido que el suyo?''

''Desde el primero hasta el último día, tuve a Nadja por un genio libre, algo así como uno de esos espíritus etéreos a los que determinadas prácticas de magia permiten atraerse momentáneamente, pero que de ninguna manera podrían ser sometidos.''

''Esa forma suya tan extraordinaria de llamarme, como se llamaría a alguien, de sala en sala, por un castillo vacío: ¿André?¿André?... escribirás una novela sobre mí. Te lo aseguro. No digas que no.''

''Nos quedamos en silencio durante un rato, después me tutea repentinamente: Un juego: di algo. Cierra los ojos y di algo. Cualquier cosa, una cifra, un nombre. Así (ella cierra los ojos): Dos, ¿dos qué? Dos mujeres. ¿Cómo van esas mujeres? De negro. ¿Dónde están? En un parque. Venga, si es tan fácil ¿por qué no quieres jugar?''

No me he resistido a poner tantas citas porque yo escribiré poco. Se supone que no es literatura, sino una vivencia de André Breton. Conoció a una mujer, tan extraña como todo lo que él había soñado en su manifiesto surrealista. No la ama, porque amar significa posesión y no se puede poseer toda la libertad, solo compartirla con el mundo, dejando que vuele indómita como un pegaso por el cielito azul. Me ha gustado mucho.

(La foto de arriba son los ojos de Nadja, y la de abajo, un dibujo que le ella hizo a André)

Nadja es el principio de la palabra esperanza; solo el principio.
La belleza será convulsa o no será.

lunes, 1 de marzo de 2010

Velocidad de los Jardines, de Eloy Tizón




Hace tiempo me pasaron por internet un cuento que se llamaba Teoría del hueco. La primera vez que lo leí no me gustó, pero durante la segunda le encontré algo, y a la tercerá me terminó por convencer. Entonces pensé que aquel internauta que debió de escribir el cuento se merecía poder publicarlo en condiciones, pero yo qué sabía; era de Eloy Tizón.
Eloy Tizón es uno de los más grandes cuentistas que tenemos hoy en España. Existen otros jóvenes y con mucho talento, como Zapata, Monzó (menos joven) Loriga (menos talento), pero el caso de Eloy es de esos de archivar a parte. Desde que publicó aquel Velocidad de los jardines, no volvió a publicar ningún otro cuento hasta Parpadeos, volumen al que pertenece el relato que mencioné al principio de esta entrada. No he leído Parpadeos. No he leído ninguna novela de Eloy Tizón. Pero lo haré, y lo haré porque este señor se merece que le prestemos atención.
Velocidad de los jardines comienza con un cuento que se llama Carta a Nabokov, pero a quién le importa el título. Lo que importa de Tizón es que escribe como pocos hombres pueden escribir. Tizón parece de otro mundo, de verdad. Empiezas a leer y enseguida te das cuenta de que estás ante otra cosa; te das cuenta de que la poesía surrealista ha bajado del pedestal y te está acariciando el pelo y mordiéndote los labios. Tizón bebe de la tradición poética, porque parece un poeta que escribe cuentos. Parece un poeta que entiende de estructura narrativa, y lo fusiona de tal manera que lo que sale es una joya, una piedra preciosa. Tienes en las manos el librito, lo vas leyendo y de repente piensas en que no le vas a dejar el libro a nadie, no sea que lo ensucie de grasa, o que se doble una esquina, o que te lo roben (¡NO!). Lo lees y al principio piensas que este tío está loco, qué cosas escribes, ¿cómo va a caber un mar en un catalejo?, ¿un bosque de pinos en una concha?, y luego sabes que sí, que todo eso cabe, sabes que los puedes oir, oler, tocar.
Hay otros cuentistas que tiran de una prosa poética, como Clarice Lispector o a veces Cortázar o el mismo Rulfo; pero, de veras lo digo, nunca había leído algo como lo de Eloy Tizón. Pablo Neruda, Cernuda, Aleixandre, algo de Pedro Salinas y Lorca. Todo eso está dentro y pasado por un fondo de agua clara de manantial cristalino, pero tan cristalino que a veces te ciega. Es el único pero de Velocidad. A veces es tan dulce, o lo que sea, pero tan poético, que crees que eso se puede leer como un cuento normal y te atiborras. Y luego te dan ganas de vomitar. No es un volumen para leer de seguido. Es para intercalar con una novela u otro volumen de cuentos. Es, sobre todo, para releer de vez en cuando. Hay cierta sensación de que encuentra Tizón un molde que puede repetirse. Está perdonado, joder. Totalmente reconmendable. Ah sí, surrealismo, imágenes visionarias, símbolos absurdos y tal, sí. Pero eso, para una clase de literatura.

sábado, 27 de febrero de 2010

Me estaba acordando...


Tengo que estudiar, pero no me apetece nada de nada. Me acabo de aprender el primer epígrafe del contexto histórico e ideológico de la generación del 98. Que si patatín que si patatán. Me gusta más leer El árbol de la ciencia, apuntar cosas en los márgenes y comentarlo con alguien listo en una cafetería que estudiar esta mierda. Las clases de literatura se tenían que dar en La Céltica.
Ejemplo: -actitud vitalista, -personajes abúlicos prueba de la enfermedad nacional, -regeneración nacional a partir de la regeneración del individuo, -crisis del realismo burgués, alza del realismo social, -búsqueda de ideas madre que resuelvan el problema del deber, la verdad y la finalidad, -sensibilidad común: incapacidad de dar sentido a la vida. Patatín patatán, déjame la oreja de tostar (olé).
He estado leyendo anteriores entradas y sé que hay erratas y frases un poco mal contruídas. Pero me da igual. Me gusta mi blog porque es muy íntimo. Nadie lo lee. Ni siquiera yo, que cuando publico una entrada casi me olvido de ella. Yo qué sé. Me gusta. Me entretiene. Tengo una libreta donde escribo este tipo de cosas. No me gusta mucho escribir a mano. Parece que lo que escribo tiene menos interés incluso para mí. Mola escribir como te sale de los cojones sobre literatura, sin que nadie te haga utilizar palabras chorra o te vete por utilizar malas palabras. Aunque mi padre ya me ha dicho: asín está mal escrito, ¿qué hace eso ahí? Y por qué no, qué cojones. Me mola la palabra asín. Algún día hablaré sobre la cultura en el subconsciente social (¡ja!). Ahora ya no sé de qué iba a hablar en este post, pero juro que era sobre algún libro del que me estaba acordando. ¡Pero qué tarde es! Otra vez será.

(El tema de la foto está en: ¿photoshop sí, o no?

Cuentos de Raymond Carver


Raymond Carver es la puta que lo parió. Es que te cagas. Bueno, ahora, dicho finamente, añadiré que sus cuentos son 'una delicia''. Descubrí a Raymond Carver hace dos años, en un texto que tuvimos que leer para una clase de teoría de los géneros literarios. El profesor de dicha asignatura (el mejor profesor que he conocido en mi vida) nos había facilitado una antología de cuentos un poco arbitraria, aunque con un fin tan claro que justificaba la selección. El fin era estudiar los límites de ciertos géneros literarios.
El caso es que había otros interesantes y que descubrí también, como Quim Monzó, John Cheever (nunca se dónde va la h de John), Antón Chéjov, etc. Ray estaba cerca de otro género de cuentos que no recuerdo cómo se llamaba. Estaba, pero no lo era del todo. Raymond Carver es uno de los padres del realismo sucio. Es una corriente nacida en EEUU (¡horror!) que tiene como premisas esenciales el minimalismo, el reduccionismo lingüístico hasta el puro esqueleto. No hay largas descripciones. El estilo te gusta porque es extremadamente transparente y sencillo. Cada palabra parece que está enferma de una timidez y un dolor que la hace querer separarse de la otra. No sabes cuándo va a terminar el cuento. De qué manera. En qué momento una palabra se verá al fin complacida. Se la dejará a solas y ya no habrá más. Y sobre eso habla Raymond Carver. Sobre la jodida soledad en la sociedad actual. Sobre el fracaso de muchos hombres y mujeres que se embarcan en la aventura de la vida (matrimonio, trabajos, hijos: divorcios, infidelidades, problemas con el alcohol, alejamiento con los hijos, problemas de comunicación) y que son brutalmente (aunque sutilmente) barridos, de manera implacable. Suelen ser personajes resignados. Es un retrato del hombre de 30 años en adelante moderno.
El otro día escuché en clase que los cuentos de Rulfo son marcadamente desesperanzados. Yo creo que no, y creo que, si eso piensa el profesor, es que no ha leído a Carver. Creo que el que sea feliz tras leer un cuento de Carver, es que no ha leído un cuento de Carver.
No tiene problemas en decir palabrotas (oh my god), no tiene problemas en decirte: eres un niñato que no conoce la vida; no has salido del huevo, pero mira lo que te espera. Y entonces recuerdas a aquel matrimonio que eran amigos de tus padres (¿qué será de vosotros?), recuerdas a unos amigos tuyos (suerte,chicos) y recuerdas a tus padres. Y dices: Jo, Ray.

(Actualmente leyendo: De qué hablamos cuando hablamos de amor.)
(Significado de la foto: ¿No os da la impresión de que ese cuello tan humano es más frágil que una copa de cristal?)

miércoles, 24 de febrero de 2010

Los renglones torcidos de Dios, Luca de Tena


Está bien escrita. Tercera persona. Pasado. Estilo indirecto. Monólogo interior tipografiado. Fácil, sin complicaciones. El escritor a veces tiene miedo de que te canses del libro y le mandes a tomar por culo, así que se cuida de introducir varias cosas para mantenerte interesado. Lo intenta y a veces lo consigue. Pero joder, es que es taaaan predecible, tan efectista (a veces solo eh), tan: ¡oh dios, está loco, fíjate las cosas que hace la naturaleza!
Yo supongo que no habrá mejor forma de hablar de un manicomio desde un punto de vista novelístico que como lo ha hecho este tío. Sin embargo, no puedo evitar sentirme un poco drogado (incómodamente drogado) por una narración sobre raíles, en la que a veces notas lo que el escritor quiere hacer contigo; lo ves tan claramente, que pierde su efecto, su encanto. El tema es apasionante. Hay descripciones, subtramas pseudopolicíacas, amores, tensión. Hay datos morbosos (no puede ser de otra forma, ok) sobre los locos y sus avatares. Un tío que cree que el fin del mundo está próximo, otro que tiene la paranoia de que es un agente secreto antietarra, otro que llora por todo, otro que tiene fobia al agua y se caga encima cuando vez llover (literalmente), etc. Cuenta a veces cómo ay que recoger del suelo la mierda, cómo hay que limpiarle el culo a los enfermos. Una vez, hasta cuenta como el pelo del coño de una vieja se rebela y se sale por fuera de la braga. Pero no me la das, Torcuato. Eres más conservador que el conservante; no dejas lugar a dudas de quién esá jodidamente loco, que suele ser feo, extravagante, asqueroso, peligroso, etc. Por contra Alice Gould es bella, bien parecida, inteligente. Vale que la trama necesite de eso pero...podíamos haber ahondado un poco más en otras cosas. Además, la novela está petada de datos psiquiátricos explicados para bobos destinados a hacer brotar en el lector la sensación de que, tras acabar la novela, es más culto. A veces hay cosas bellas; otras, simplemente datos porque sí, porque se los aprendió y, jo, no los iba a desperdiciar.
No quiero una novela para aprender cosas; quiero una novela que me empuje y me agreda. No quiero una novela que se ponga de rodillas y me limpie el polvo. Quiero una novela que me ponga de rodillas.
Con todo, es interesante, entretenida. ¡Qué menos! (440 pág.)

(El cuadro es de Willem de Kooning)

lunes, 22 de febrero de 2010

El volumen español


Hoy me he sentado en un banco de los muchos que hay en el vestíbulo de mi facultad. Intenté ponerme a leer como había hecho otras veces, pero resulta que hoy no pude, y eso que lo he hecho en condiciones peores, con todo el hall (perdónenme el anglicismo) lleno de estudiantes. Hoy estaba vacío, pero no me pude concentrar.
Cogí un sitio al lado del quiosco que montan los de la comisión. Es como un negociete que les proporciona un dinerillo a posteriori invertido a su vez en un viaje a un hotel. Ésa es la certeza: el hotel a pensión completa. ¿El lugar? Uno paradisíaco, qué más da. Somos estudiantes españoles. Que se note. El caso es que primero iniciaron tres de ellos una conversación sobre León que me pareció interesante. Hablaban sobre sus calles y el flujo de coches, las obras en cuanto a la circulación y la planificación para poner en marcha un tranvía. Solo escuché a una persona decir que era conveniente convertir gran parte de León en una ciudad peatonal. Alabado sea Dios, una chica con cerebro en la facultad. Los otros reivindicaban su derecho a utilizar el coche. Garrulos. Tontos del culo. Sí, poque cuando se habla de la modernización de una ciudad, estamos hablando de emitir menos gases, estamos hablando de embellecer la ciudad, de hacerla más transitable, de no malgastar el petróleo y otros recursos naturales, de mejorar las condiciones de vida y disminuir las poluciones acústicas, por ejemplo. En Francia y en otras partes de Europa lo han entendido, pero la generación de chavales (20 años, ¡horror!) española se ve que no. Y aquí viene el problema. Mi generación es una generación fruto de los desmanes de la transición. La educación rígida y necronizante del franquismo dio lugar a la del ''dame pan con aceite y métete el libro por donde te quepa''. Pero lo peor no es que a nuestra generación le resbale el arte, el buen cine, la buena literatura y que se sientan preocupados por qué ponerse el sábado, que es día de botellón. Lo peor no es eso. Lo peor es esa costumbre que tenemos de tirarlo todo al suelo, de fumar porque mola, de joder al vecino porque si no me joden a mí, del no le dejo el sitio a este señor mayor, que hubiera llegado antes, del a ver si éste se despista y me cuelo en la cola, del olvidarse de lo duro que es trabajar cuando salimos del trabajo (véase cómo ratamos a los camareros), del ¡España, joder!
Escuché algunas lindezas, como: ''El muy imbécil quería que yo le hablara en inglés, pero le dije: cuando esté en tu país, hablaré inglés; mientras tanto, no.'' Y se quedó tan ancho. El chico tenía acento pueblerino, y hablaba a un volumen tabernario. No parecía acordarse de que estaba en una facultad. En una universidad. En un centro de cultura. Que solo cuatro metros arriba tenía una clase. Que la biblioteca estaba cerrada y yo necesitaba leer un poco. ¡Qué hartazgo de mirarnos al ombligo, en lo cultural y en lo hedónico! ¡Qué generación! ¡Qué joder!

domingo, 21 de febrero de 2010

El llano en llamas, Juan Rulfo




La primera vez que lo leí me gustó, pero la segunda me gustó muchísimo más. Rulfo es fotógrafo también, y lo fue más prolíficamente que en su faceta de escritor. Las fotos que acompañan a esta entrada son suyas. Suele preocuparse por paisajes bellos y viejos, normalmente tristes pero regados con gotas de esperanza (con el ladrar de los perros). Así son también sus cuentos.
El llano en llamas contiene diecisiete cuentos de temática variada, sin más nexos de unión que el género y el estilo que Rulfo les da. Se suelen situar cronológicamente en la época de la revolución Mejicana y La Cristíada. Son movimientos históricos muy convulsos que Rulfo vivió en mayor o menor medida (sobre todo vivió La Cristíada) y que le dejaron una marca indeleble. Sus cuentos contienen a veces dosis de violencia muy altas, personajes crueles y otros que buscan sin cesar un lugar tranquilo para ser felices. Creo que también trata de la búsqueda de la tranquilidad,del sosiego. Les mueven siempre sentimientos muy humanos; odio, amor, amistad, desesperación, etc.
Lo que más llama la atención es el estilo. Es sobrio, pero precioso. No es sobrio al estilo Javier Marías. En Rulfo el lenguaje se eleva como un banco de polvo en el aire que te obliga a ver lo que hay deras a través de una pantalla mágica. En Rulfo podemos subrayar un párrafo puramente narrativo, sin mucha complicación, solo porque parece que te lo canta, que alguien está llorando esa historia en algún rincón. Las palabras en el papel no son palabras neutrales. A mí me da la impresion de que es una magia que viene de lejos, que viene de Méjico, porque su escritura es muy mejicana. Me encanta cómo escribe Rulfo. Cuando vi una entrevista de él en youtube, lo entendí todo. Escribía siempre deprimido, pero hay quien dice que no se puede escribir poesía si no es con depresiónes o, por lo menos, lleno de tristezas. Así es Rulfo. Así son sus cuentos: una crónica mágica de las tristezas vitales de Méjico. De todo ser humano.
Leedlo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Crimen y Castigo, Dovstoievski


Es increíble, pero poco puedo decir de esta obra. Hay mucho que decir, desde luego, pero yo no puedo. Son, en mi edición, unas setecientas páginas que yo he llenado de notas en los márgenes y subrayados a veces un poco extraños, pero aún así, no sé bien qué decir. A lo que vamos.
La novela es extensa, sí, pero eso es lo de menos. Nunca me ha preocupado la extensión de una obra; lo que siempre me ha preocupado cuando veo el volumen de un libro es su capacidad para mantenerme cerca de él durante lo que dure su lectura. Ojo, no me estoy refiriendo a ''enganchar''. Odio la palabra enganchar. La uno siempre con una pistola, una mujer tetrapléjica y un policía vengador. Ughh. Quita quita. Lo que quiero decir es que en todas y cada una de las páginas de esta novela hay algo digno de ser subrayado. Frases, ideas, uniones de sintagmas. Es cierto que, como a casi toda obra de esta época, le sobran páginas. Y, además, es lenta, aunque fluída. Pero vamos por partes.
La novela trata sobre un estudiante ruso que mata a auna vieja usurera y vive las siguientes semanas con un peso insoportable en el alma. De este modo, la novela se configura como un estudio psicológico muy profundo del protagonista. Luego la trama camina por diferentes sitios y se bifurca, pero lo importante, la alfombra del argumento, es el asesinato (que no homicidio) de la vieja y su hermana (a la que mató proque se la encontró por allí de paso).
Dovstoievski pilota de andamiaje. Sabe cuándo tiene que dar un golpe de timón en la trama, cuándo tiene que detenerlo, pararse a diseccionar la materia gris o lanzarse a otras cosas igual de atractivas para los lectores como yo. Dovstoievski es bueno, joder. Es uno de esos maestros que podrían venir hasta aquí y quemar con toda impunidad (a ver quién mete en la cárcel a Dovstoievski) a Moccia, Dan Brown... y por algunas de sus obras, amputar algunos dedos o incluso una mano a Belén Gopegui, Lucía Etxeberría y Ray Loriga.
La novela me causó sensaciones contradictorias. Me gustó leerla durante el 80 por ciento. El otro veinte a veces era un poco pesado. Ya sabéis: descripciones, diálogos un poco largos y llenos de: ¡ay, mire usted! Yo..¡ay!, y cosas así. En cualquier caso, son aspectos mínimos los que nos podrían alejar de ella, de Crimen y Castigo, porque vaya título. Hay pocos autores que sin decir tacos puedan romperte un bloque de hielo en las pelotas. Dovstoievski lo hace. A poco que tengas sangre en las venas, temblarás, te emocionarás, te enfadarás (a veces con el autor), te dormirás...
Es una novela con magia. Me imagino a todos los rusos vestidos de negro, con ojeras, mirándose unos a otros, con un cuchillo jamonero colgando de la sisa. Grande.

Sesión de apertura

Todavia me sigo preguntando por qué cojones me he decidido a abrir un blog. Es como ponerse a escribir; uno se pregunta qué clase de ego te empuja a hacer algo así. Creo que me gusta leer blogs. Me gusta leer buenos blogs de gente que no conozco y no estudio en clase. En ocasiones me aportan mucho más que las cosas que dijeron otros con más fama, antes, años o siglos atrás. Creo además que esto de internet puede servir en cierto modo para aportar un nuevo modo de ver la literatura, la cual, nos guste o no, está dando las diez últimas como lo que es.
Cada vez más, la literatura se está convirtiendo en un salvaconducto para un reducido número de personas que se sienten cultos leyendo o que, pensando en positivo, disfrutan leyendo. Cabe otra opción: los que leen tal libros porque-hay-que-leerlo: es un clásico. En fin. A pesar de que intuyo que mucha gente verá este blog como un espacio donde se habla de los libros de manera zafia, creo que servirá para algo. Por lo menos, para mí. Disfrutadlo, si queréis.

P.D: en este blog aparecen palabras que pueden herir sensibilidades; mierda, puta, cagada, pueden aparecer unidos a una obra de Clarín.