miércoles, 24 de febrero de 2010

Los renglones torcidos de Dios, Luca de Tena


Está bien escrita. Tercera persona. Pasado. Estilo indirecto. Monólogo interior tipografiado. Fácil, sin complicaciones. El escritor a veces tiene miedo de que te canses del libro y le mandes a tomar por culo, así que se cuida de introducir varias cosas para mantenerte interesado. Lo intenta y a veces lo consigue. Pero joder, es que es taaaan predecible, tan efectista (a veces solo eh), tan: ¡oh dios, está loco, fíjate las cosas que hace la naturaleza!
Yo supongo que no habrá mejor forma de hablar de un manicomio desde un punto de vista novelístico que como lo ha hecho este tío. Sin embargo, no puedo evitar sentirme un poco drogado (incómodamente drogado) por una narración sobre raíles, en la que a veces notas lo que el escritor quiere hacer contigo; lo ves tan claramente, que pierde su efecto, su encanto. El tema es apasionante. Hay descripciones, subtramas pseudopolicíacas, amores, tensión. Hay datos morbosos (no puede ser de otra forma, ok) sobre los locos y sus avatares. Un tío que cree que el fin del mundo está próximo, otro que tiene la paranoia de que es un agente secreto antietarra, otro que llora por todo, otro que tiene fobia al agua y se caga encima cuando vez llover (literalmente), etc. Cuenta a veces cómo ay que recoger del suelo la mierda, cómo hay que limpiarle el culo a los enfermos. Una vez, hasta cuenta como el pelo del coño de una vieja se rebela y se sale por fuera de la braga. Pero no me la das, Torcuato. Eres más conservador que el conservante; no dejas lugar a dudas de quién esá jodidamente loco, que suele ser feo, extravagante, asqueroso, peligroso, etc. Por contra Alice Gould es bella, bien parecida, inteligente. Vale que la trama necesite de eso pero...podíamos haber ahondado un poco más en otras cosas. Además, la novela está petada de datos psiquiátricos explicados para bobos destinados a hacer brotar en el lector la sensación de que, tras acabar la novela, es más culto. A veces hay cosas bellas; otras, simplemente datos porque sí, porque se los aprendió y, jo, no los iba a desperdiciar.
No quiero una novela para aprender cosas; quiero una novela que me empuje y me agreda. No quiero una novela que se ponga de rodillas y me limpie el polvo. Quiero una novela que me ponga de rodillas.
Con todo, es interesante, entretenida. ¡Qué menos! (440 pág.)

(El cuadro es de Willem de Kooning)

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